jueves, 18 de febrero de 2010

Horizontes de Algodón.


Mientras soñamos, imaginamos o simplemente nos evadimos, una parte de nosotros desaparece convirtiéndose en ilusiones con sabor a piruleta.
Desaparecer entre nubes de algodón, sentirnos fuera del juego, inventarnos nuestras propias reglas y seguir el camino que nos plazca, pero claro eso solo es posible mientras soñamos.
Cerrar los ojos, sentir el frescor de la brisa y el olor a galletas recién horneadas. Paraísos de ceras de colores, sonrisas y más sonrisas con aroma a vainilla.

Tener un castillo, castillos de esperanza, promesas e ilusiones que se ven reducidos a frías ruinas irreparables. Cada ladrillo que mantenía en pie semejante construcción aparece en pedacitos ya sin forma alguna, una imagen heladora, un escalofrío que recorre cada extremidad de nuestro lívido cuerpo.

Por el miedo a otro repentino derrumbamiento, la monotonía pasa a formar parte de nuestras vidas, no más horizontes de algodón, las ilusiones se escapan como la arena de entre nuestros dedos. Dejamos de ser lo que somos; nos dejamos influenciar por la angustia, el olor a piruleta se percibe vagamente y no deseas, no exiges, no respondes, no sufres, no sientes…

La bombilla se fundió, las velas se acabaron y por supuesto no tenemos pilas para las linternas, esta todo oscuro y el sol lleva tiempo escondido. Nos perdemos entre laberintos de regaliz negro y nos hacemos a la idea de que es mejor seguir dando vueltas en el mismo trecho de regaliz, sin querer explorar más allá dónde los árboles de pica pica crecen a sus anchas.

Pero cuando ya no viajas sólo, el regaliz negro te sabe a poco y buscas el rojo que te llevará al infinito sabor de frambuesa, compartes sensaciones e incluso acabas parando por los campos donde crece el polvo pica pica que tantas cosquillas te hace, carcajadas entre nubes de azúcar y los deseos, sueños e ilusiones reaparecen en paquetitos de 5 que siempre saben mejor compartidos.

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